Una de las principales preocupaciones en el universo educativo (Administración, Centros, Profesores, Padres y Alumnos) tiene que ver con el éxito en el aprendizaje.
Hace ya unos años que las metodologías, los programas y la legislación educativa están en constante cambio en pro de la innovación. Esto genera opiniones encontradas que argumentan pros y contras de tanta tendencia.
Y es cierto, ni lo nuevo es tan bueno ni lo viejo es tan malo. Quizás la clave para armonizar lo nuevo y lo viejo reside en el sentido que se le dá a cada acción, en la utilidad de cada forma de enseñar, en el para qué de cada metodología.
Da la sensación que el método educativo tuviera modas y que aunque no sepamos muy bien el resultado de todo ello, hay que aplicar la nueva forma de generar aprendizaje. Es cierto que todo está enriqueciendo al aula, y corremos el riesgo de no saber hacia donde dirigir nuestros esfuerzos, confiando más en la última tendencia educativa que en nuestro propio sentido evaluador.
Pasó con las Tic que llegaron para quedarse y que sólo es un soporte digital, al que hay que adaptar contenidos, metodologías y personas pero no provoca por sí mismo un aprendizaje que no pase por el trabajo del binomio profesor-alumno.
Pasa con el trabajo con rincones, que nos aportó una nueva forma de entender el aprendizaje transversal, la motivación intrínseca, el aprender a aprender y que es muy útil para determinadas situaciones de aprendizaje y no en otras.
Y está pasando con el trabajo cooperativo. Está demostrado que el aprendizaje es más rico cuando se realiza en grupo, ahora bien, no debemos olvidar que el aprendizaje es personal, es decir, otro compañero no puede aprender por mi, y además de ser personal, el aprendizaje está condicionado por el universo de características propias de cada alumno, es decir, por su individualidad. Por tanto es de vital importancia que los educadores seamos conscientes de este matiz a la hora de aplicar el trabajo en grupo y no olvidemos que antes de trabajar en grupo hay que constatar que cada alumno tiene una base adecuada de conocimiento. A partir de ahí, éste se incrementará con la atención, las explicaciones y las dinámicas que genera el grupo.
En esta forma de aprendizaje es de vital importancia el acompañamiento del profesor en las dinámicas de aula. Sólo él podrá detectar eso que no funciona bien y que solo se puede mejorar atendiéndolo de forma personalizada. Por ejemplo, algo que no se nos puede pasar es el contacto visual con todos y cada uno de los alumnos que pertenecen al grupo de aprendizaje. Una buena disposición de los elementos muebles te va a ayudar a generar contacto visual y una disposición errónea te va a impedir que exista este contacto y por tanto que el aprendizaje de algunos alumnos sea de calidad.
De nuevo, el para qué te va a dar la pista del cómo conseguirlo.
Nuestra experiencia con profesores nos dice que integrar todos estos conocimientos en el día a día del aula es un trabajo arduo que puede flaquear en resultados si perdemos de vista el para qué de cada acción educativa, eso que nos ayuda a aunar lo nuevo y lo viejo en un mix de innovación que seguro tendrá el sello personal de cada educador y que hará que su trabajo sea único e irrepetible.
By Elvira Pérez
@Elvibus11