Hemos aprendido a vivir desde la lógica mental, una herramienta que es muy importante para nosotros, sin embargo, existe una sabiduría que va más allá de eso, pura y libre de juicios a la que podemos acceder si así lo queremos. Ésta se denomina intuición.
La intuición es como un «pronto» que se nos viene a la cabeza cuando queremos tomar una decisión, teniendo certeza, más que conocimiento, sobre algo más allá de la lógica mental. Aprender a reconocer ese «pronto» es una cosa de práctica, porque ocurre sólo por unas milésimas de segundos antes de que la máquina mental empiece a funcionar y comience todo el proceso lógico al que estamos acostumbrados. Por eso, para acceder a ella, debemos aprender a acallar la mente, o al menos a controlarla, del mismo modo que es necesario tener consciencia de nuestras emociones y de nuestro cuerpo en el momento en que queramos usarla.
El pensamiento no racional ha sido una parte fundamental de la investigación científica. Los presentimientos y los vuelcos del pensamiento «irracional» son los impulsores de la investigación científica y, muchos científicos que han tenido éxito en sus investigaciones así lo creen. La racionalidad no es más «científica» que la intuición. Simplemente, es más precisa que la intuición para manejar la información mensurable de que se dispone. Por tanto, cuando no se dispone de información mensurable, la intuición es más precisa que la racionalidad.
Desde mi propia experiencia, la intuición es la que me permite ver más allá de la apariencia y del prejuicio, permitiéndome tener una visión más limpia de la realidad y, lo que es más importante para mí, me hace mejor persona. Es curioso todo el abanico de posibilidades que me está descubriendo, que a mi racionalidad le cuesta entender, aunque tampoco pasa nada por dejarla al margen esta vez.
Este interesante artículo profundiza más en este tema: E. Punset: «La intuición también cuenta«
Mª José Chacón Aguilar