Camino tranquilamente dirección al centro de la ciudad cuando, de repente, al desembocar en una de las calles más céntricas, me encuentro una marea humana cargada de bolsas que entra y sale compulsivamente en busca y captura de “más bolsas”.
Esto me hace reflexionar sobre la tendencia que, cada vez más, tenemos (me incluyo) hacia lo material, lo tangible, cuando ya decía A. Saint-Exupèry que “…lo esencial es invisible a los ojos”.
Formo parte de esa marea consumidora al entrar en un Centro Comercial y pasando junto a la cola de la caja escucho a un padre diciéndole a su hijo “…te lo has ganado por todo el esfuerzo que has hecho. Mamá y yo sabemos que te lo mereces…”. No alcancé a escuchar cuál era el mérito del pequeño de unos 12 años para ser merecedor de, lo que intuía para ellos, un “gran premio” pero sí vi a qué se refería: un móvil.
El umbral diferencial está relacionado con la cantidad de estímulo que necesito para percibirlo y describe cuál es la intensidad mínima en la que debe aumentar un estímulo para que note su incremento. Esto lo controla la amígdala neurológica situada en el sistema límbico del cerebro. Ejemplificando, si llevo a mis espaldas una mochila de 12kgrs y alguien añade unos gramos no notaré la diferencia pero si añade 1 kgr más sí que lo notaré posiblemente. Los umbrales diferenciales se pueden distorsionar pudiendo afectar, entre otros aspectos, al aprendizaje y esto explica por qué antes podíamos poner más atención que ahora.
El uso de dispositivos de pantalla (móviles, ordenadores, tabletas) producen una sobreestimulación de la atención, del umbral diferencial de la atención, porque mantiene al cerebro con una velocidad de cambio que dificulta la concentración en un solo estímulo. Esto se conoce como el “Síndrome de las pantallas”. El cerebro puede atender a un estímulo por vez. No existe la posibilidad de que atienda varios estímulos al mismo tiempo. Lo que pasa es que el cerebro sí puede cambiar muy rápidamente de un estímulo a otro y parece que le da continuidad. Cuando se acostumbra a esta presencia de estímulos, se da la sobreestimulación mencionada y provoca que cueste fijar la atención a algo concreto. En la medida en que vayamos perdiendo la capacidad de percibir un solo estímulo, la amígdala neurológica empieza a acortar (bajar) el umbral diferencial y entonces, cada vez que yo quiera atender un estímulo lo tengo que poner muy fuerte porque ya me acostumbré a que si no es muy intenso, no voy a poder percibirlo. Ésta es la dificultad que encuentran, por ejemplo, los profesores cuando quieren que sus alumnos atiendan a la pizarra o los padres cuando quieren que sus hijos presten atención a sus palabras.
Sabiendo esto me surgen dudas si un dispositivo de pantalla merece ser el magnífico premio que recibe un hijo por su esfuerzo. Lo que sí que tengo claro es que hay muchas formas de que niños y adolescentes encuentren entretenimiento y diversión de una forma enriquecedora. Y pensando en ello me viene a la cabeza eso que decía Albert Einstein “La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. Fomentar la creatividad sí que tengo claro que es un “gran premio”, un premio que le acompañará toda la vida ¿qué opinan?.
By @MjoseChaconAg