Es verdad que en muchas ocasiones me emociono con alguna película. Y el otro día, viendo una, no iba a ser diferente. Sin embargo, fue más que eso. Me dejó con la sensibilidad a flor de piel y me hizo reflexionar. En la rutina del día, ¿cuántas veces me doy permiso para disfrutar, para dejar rienda suelta a mi imaginación, para explorar? Por suerte, mi profesión me permite encontrar esto con frecuencia, sin embargo, ¿por qué mi corazón vibró incesantemente y sentía nostalgia viendo esta película?
Según Eric Berne en mi confluyen tres estados del Yo: el Padre, el Adulto y el Niño (PAN), cada uno con un papel esencial y que influyen en mis pensamientos, sentimientos y conductas. En el Padre están grabados los mandatos parentales que recibí de pequeña, unos positivos, la responsabilidad, la sociabilidad, el sentido del deber; otros no tan positivos, prejuicios, temores, autoexigencias, etc. Mi Adulto funciona como un procesador de información, mide, calcula y me dota de la objetividad y equilibrios necesarios para el análisis y la toma de decisiones autónoma. Y nos queda » mi Niño», donde la alegría vital, la curiosidad y, en definitiva, el gozo de vivir, que es su estado Natural innato, convive con un niño adaptado de mejor o menor forma a lo que se ha encontrado en su entorno. El arte está en darle el protagonismo a cada uno en su justa medida para sentirnos plenos.
En el día a día me encuentro inmersa en mis proyectos, en mis compromisos. Y ahora presto atención a lo que en ocasiones me viene como una necesidad, déjate fluir, me dice una voz interior. No es que se me haya ido la cabeza (o sí, quizás, je)sino que ahora caigo en la cuenta, es mi necesidad de sacar mi Niña Natural con más frecuencia de lo que hasta ahora hago! Es curioso cómo una película puede conectar con algo tan profundo como es mi esencia.
Ah, por cierto, la peli es El principito , os la recomiendo 🙂
Mª José Chacón Aguilar
@MjoseChaconAg